Inauguración del Dispensario Antituberculoso de Valladolid (21 de septiembre de 1919). Durante el siglo XIX la tuberculosis era considerada una de las enfermedades más mortíferas (por encima del cáncer) que atacaba Europa y para la que no existía una cura determinada y efectiva. Este factor se vio agravado debido a la industrialización y a la emigración masiva a las ciudades lo que dio lugar a una mayor densidad de población y condiciones de vida insalubres. La propagación de la tuberculosis entre la clase obrera, que habitaba hacinada en las ciudades, hace que este mal sea considerado una enfermedad social, provocando un aumento alarmante de casos en toda Europa, que llevó al desarrollo de campañas de prevención basadas en la construcción de preventorios infantiles y de dispensarios, ubicados dentro de la ciudad, que trataban de contribuir a la detección y al tratamiento de la enfermedad entre la población obrera. Según los datos estimados en su momento, España tenía a comienzos del siglo XX 202 muertos por cada 100.000 habitantes. La gravedad de la tuberculosis hizo que fuese asunto de estado desde comienzos de siglo XX.
En esta época la Familia Real fue también partícipe de la lucha, participando asiduamente en colectas y actos públicos, destacando la labor de la Reina Victoria Eugenia, calificada como la “Reina enfermera”, ocupando la presidencia de la Liga Antituberculosa y organizando la Fiesta de la Flor, para conseguir fondos con qué combatir la tuberculosis, destacando la Fiesta de la Flor celebrada en Valladolid en 1914. La Reina Victoria dirigió personalmente la instalación de hospitales y sanatorios, que luego visitaba con frecuencia. La familia real visitó Valladolid el día 5 de mayo de 1921 con motivo de la “Grandiosa fiestas del arma de Caballería”. Señalaba la crónica de El Norte de Castilla, que en la tarde del día siguiente, mientras Alfonso XIII asistía a una corrida de toros, la reina visitaba el Colegio de Santiago, así como el Dispensario Antituberculoso que llevaba su nombre, “donde impuso brazaletes a las Damas Enfermeras de la Cruz Roja”. Dicha visita figura reflejada en la placa que aparece en los muros de nuestro patio. Desde 1913 se construyeron sanatorios en todas las provincias y dispensarios en muchas ciudades. La tuberculosis y los sanatorios eran un tema cotidiano que aparecía muy a menudo en los medios de comunicación de la época. En Valladolid tuvieron mucha trascendencia los escritos del doctor Leopoldo Cortejoso (El dolor en la vida y el arte: ensayos médico-biográficos sobre tuberculosos célebres) en la sensibilización de la población sobre esta enfermedad. Muchos de estos sanatorios también son conocidos como Preventorios. Ya que tenían también una función preventiva. . El Sanatorio Antituberculoso de Valladolid, situado en la calle Muro, fue inaugurado por la marquesa de Alhucemas en nombre y representación de la Reina el 21 de septiembre de 1919 con el Nombre de “Real Dispensario Antituberculoso Victoria Eugenia”, por iniciativa del Director de Sanidad de la provincia de Valladolid Don Ramón Durán, que se convirtió en su primer director, siendo alcalde de la ciudad Don Gaspar Rodríguez Pardo. En el Norte de Castilla del siguiente día podía leerse: ”la solemnidad trajo en postsolemnidades. Otras solemnidades en honor de la ilustre dama, que ha tenido la representación de nuestra Soberana y por la noche la fiesta de pólvora muy divertida. Vamos a detenernos a continuación en señalar algunos aspectos relacionados con el edificio que albergó el Dispensario. La adquisición en propiedad por parte de la Junta Provincial antituberculosa de un edificio para el Dispensario llevó más de quince años. Al final adquirieron un hotel de reciente construcción situado en la calle de Muro. El edificio fue proyectado por el arquitecto don Manuel Cuadrillero. En un principio no tenía finalidad sanitaria, pero las circunstancias obligaron “a establecer el Dispensario antituberculoso, tantos años deseado, en un bonito hotel de la referida calle” Su emplazamiento respondía a su objeto. Los dispensarios debían estar situados en zonas próximas a la población obrera. Como señalaba don Ramón Durán, inspector provincial de Sanidad, los “necesitados y pobres” son las más frecuentes víctimas de la tuberculosis. Por consiguiente, el hotel de referencia era un lugar estratégico, dada la gran masa de población obrera que vivía en el populoso barrio de San Andrés. Por otra parte, las obras de adaptación y reformas en él hechas, dirigidas por el mencionado arquitecto, tanto en lo que se refiere a mejoras sanitarias, como por lo que hace a la distribución de servicios, permitían considerar al edificio como muy aceptable y suficiente capaz para el objeto de su destino. A continuación voy a realizar una descripción del edificio basada en la que hizo el mencionado doctor Durán en el Norte de Castilla en 1919. Puedes realizar una comparación con la realidad actual del Centro. Constaba de sótano, planta baja, principal y segundo piso. Se hallaba aislado de toda vivienda por tres de sus lados por “sólida tapia de cerramiento, y le separaba de la vía pública una elegante verja colocada en el frente de su fachada principal”. El edificio se hallaba rodeada de un bonito jardín que da al Dispensario “un aspecto alegre y agradable”, escribía Durán. “Una escalinata de ocho peldaños daba acceso al vestíbulo. A la derecha de este vestíbulo se hallaba la Sala de espera, de amplias dimensiones con dos grandes ventanas abiertas en su lado derecho”. Una doble puerta corredera separaba esta sala de la llamada de Filiación o de Exploración física preliminar, en la que se pesará y tallará a los enfermos, se les medirá su perímetro torácico, se les tomará el pulso y la temperatura y todo ello se anotará en un libro-registro, juntamente con todos los datos restantes. De esta sala se pasaba a la General de reconocimientos, donde se completaba la exploración clínica del enfermo y se hacía su diagnóstico y clasificación. Estas Salas y el despacho del profesor médico encargado del reconocimiento comunicaban con un pasillo con una escalera que descendía al sótano y otra que conducía al piso principal y segundo. En el sótano se encontraban la cocina, con su correspondiente salida al jardín, un lavadero, un cuarto servía para almacén, una dependencia destinada a Rayos X y una enfermería de urgencia. En el piso principal se reservaron dos habitaciones independientes destinadas a la consulta de especialidades (garganta, huesos, piel, etc.), otra para laboratorio y una salita mayor, sencillamente decorada, a Sala de Juntas de la Dirección y para las señoras que han de formar el Patronato del Dispensario. En el segundo piso se hicieron las habitaciones para el conserje, compuestas de tres dormitorios, comedor y cocina, con su correspondiente dotación de agua y de WC. En este piso había una salida a una hermosa terraza, de excelentes condiciones para aplicaciones helioterápicas. En relación con la evolución posterior señalar que el 24 de julio de 1946, el Norte de Castilla informaba de la nueva denominación del Dispensario pasando a llevar el nombre de Doctor Durán. Y ya en tiempos más modernos, en 1978 se expide el expediente de cesión de bienes del Ayuntamiento al Ministerio de Educación del Inmueble de la calle Muro nº 13, y en 1990 se aprueba la ampliación del Centro de Educación de Adultos situado en la calle Muro número 13.
Belisario Alonso Martín |